La ley mundial eterna.

Existe una fuerza que me gustaría llamar la ley mundial eterna.

Todo lo que nace pasa. Todos los fenómenos de nuestro universo están sujetos a esta ley. El cambio del mundo de las estrellas y los planetas sigue este ciclo del aliento de Brahma, al igual que los seres individuales dependen de él. Todos los seres surgen del pensamiento puro y único que dio origen a nuestro universo. Los seres individuales nacen, surgen de los precedentes y se disuelven en ellos siguiendo las apariencias que, sin embargo, nunca pueden romper el ciclo del nacimiento y el renacimiento de todo ser dentro de nuestro universo. Todo lo que nace, pasa. Esto se aplica en la misma medida a las apariencias dentro de nuestro universo, como al universo mismo.

Más allá del funcionamiento de los mecanismos de aparición y desaparición vive la verdad infinita, indivisible y eterna de Dios. Esa verdad que está detrás de "nuestra" verdad permanece intacta por sus propias emanaciones, que forman nuestro ciclo vital. El todo es más que la suma de sus partes.

Si queremos entendernos como seres iluminados, es útil darse cuenta de que hay una verdad más elevada que las meras posibilidades de que disponemos en la consecución de nuestra propia perfección. Somos seres transformadores que, como expresiones de Dios, se esfuerzan por alcanzar la perfección y quieren llegar a ser uno con la fuente de toda vida, aunque estemos o hayamos estado nunca separados de esa fuente.

Una oruga se transforma en mariposa, un óvulo y un espermatozoide se convierten en un ser humano, una generación estelar da lugar a la(s) siguiente(s). Todo lo que nace pasa. Y cambia incesantemente. Cada átomo de nuestro mundo estuvo en un momento anterior en otro lugar del universo en otras y múltiples posibilidades de existencia.

El soplo de Brahma marca el ciclo vital de nuestro universo. Todos los fenómenos surgen en dependencia de otros factores, que a su vez surgieron de esta manera. La cadena puede continuar arbitrariamente, ya que no hay principio ni fin. De un universo surge otro, igual que él mismo surgió de otro.

Es muy útil y valioso tomar conciencia de este cambio. Pues a través de él podemos aprender a distinguir entre la supuesta causa de un proceso y la causa real, Dios.

Cuando las personas se encuentran, por ejemplo, en un culto a los ancestros de su fe, vinculan los fenómenos al mundo de este mundo. Lo mismo ocurre con los buscadores que ven sus explicaciones en las relaciones causa-efecto. Ambas son apariencias dentro de nuestro "plano", y no la realidad real, "detrás" de Dios.

Puede ser útil querer entender las leyes de este mundo para averiguar cómo estamos "construidos". Sin embargo, con este tipo de búsqueda no penetraremos en la fuente real de la vida, ya que ésta debe buscarse más allá de nuestra realidad. Aunque es válida la palabra de que todas las apariencias están impregnadas por el espíritu divino y se forman causalmente a partir de él, sin embargo todas las apariencias dentro de nuestro universo están también sujetas a las leyes dadas a este universo mismo. Puede valer mucho la pena querer profundizar en esas leyes, si se quiere aprender a comprender mejor la verdad "detrás de ella". Sin embargo, esto no es más que el intento de querer tocar a un ser en el espejo. La imagen es visible en el espejo y puede ser observada - sin embargo, no podemos tocarla.

Hay tantos sistemas mundiales y universos como granos de arena en el mar. La variedad del ser no se detiene también en las apariencias inmateriales; no se expresa exclusivamente de forma material. Los mundos oscuros y los seres de luz son múltiples, más de lo que la mente humana es capaz de captar. La luz de Dios se expresa de todas las formas posibles e imposibles y sólo un poco de ella puede ser experimentada directamente por nosotros, porque nuestras posibilidades espirituales como humanos son de naturaleza limitada. Sin embargo, todos somos capaces de percibirnos a nosotros mismos y a todas las demás apariencias de forma multidimensional. Si sostenemos dos espejos uno contra el otro y nos miramos de lado, vemos una secuencia infinita de imágenes especulares que se pierden una en la otra. Reconocemos una imagen de la verdad, que nos permite mirar la eternidad de forma cada vez más "borrosa".

Busquemos la luz. Profundicemos en nosotros mismos y en la "realidad" que nos rodea con todos nuestros sentidos.

Un saludo,

brah